Uno trata de no ser agorero y evita pensar en sencillas teorías conspiratorias que den respuesta a los acontecimientos actuales que se suceden a lo largo del globo: Crisis económicas, crisis políticas, incipientes revueltas ciudadanas que terminan con la vuelta al poder de gobiernos conservadores al dictado de “los mercados”… Es inevitable pensar que son demasiadas casualidades. Aunque parezca que esta situación es nueva, lo cierto es que no es necesario echar mucho la vista atrás para ver diferentes ejemplos de épocas pasadas en las que diferentes países sufrieron imposiciones de terceros, bien sea a través de restricciones comerciales o a través de sanguinarios golpes militares.

Hoy no podemos hablar de los mismos elementos, los golpes militares no triunfarían en una sociedad que se ha “democratizado” con los años, ni siquiera sobreviven en países históricamente gobernados por este tipo de regímenes, como los países árabes. Sin embargo, a través de otras estrategias como son los golpes de mercado, han logrado los mismos objetivos y tener a su merced a numerosos gobiernos endeudados.

Pero, ¿qué es exactamente un “golpe de mercado”? Teniendo el mismo objetivo que el golpe militar (cambiar o sustituir a las autoridades de una cierta región), el golpe de mercado es algo más sutil ya que, tras diversas actuaciones a nivel macroeconómico y a nivel social e informativo, se trata de crear las condiciones necesarias de inestabilidad para cambiar a esas autoridades esperando su propia caída política.

En los años ’70, se dieron diferentes casos de golpes de estado auspiciados por la extrema derecha estadounidense que temía un avance comunista en América Latina. No les importó la cantidad de represaliados ni la violencia que desplegaron los ejércitos para lograr imponerse a los gobiernos legítimamente constituidos.

El caso de Chile fue especialmente sangrante por ser un caso ampliamente conocido, con testimonios y documentos que demuestran la participación activa del gobierno de los Estados Unidos en el derrocamiento del gobierno legítimamente elegido en las urnas por los chilenos (aunque existen diversas versiones que relegan el papel de EEUU a un segundo plano). Lo cierto es que fue EEUU el que comenzó provocando una alteración de los mercados y de la economía chilena, tratando de desestabilizar el poder de Allende y provocar su caída. Pero no fue así, y no tuvieron más remedio que acudir a métodos más violentos como fue la toma por la fuerza del control del país gracias a unos títeres militares que, habiendo prometido lealtad al gobierno establecido, le traicionaron, se levantaron contra él y no dudaron en aplicar la más dura represión contra la ciudadanía próxima a las ideas defendidas por Allende. Así fue como más de 30.000 víctimas directas de la represión militar (claro ejemplo de esta represión fue la vivida por Víctor Jara, torturado y asesinado en el Estadio Chile que años más tarde llevaría su nombre), y más de 200.000 exiliados políticos fueron acusados de terroristas-marxistas, entre los que había todo tipo de personas, obreros, profesores, intelectuales, artistas, y todos aquellos que estaban próximos a ideales democráticas. A pesar de la vergonzosa defensa del militar golpista que Margaret Thatcher hizo en 1999, queda patente gracias a las conversaciones grabadas y a los testimonios, las verdaderas personalidades de aquellos militares, tan amigos del neoliberalismo americano (con Reagan) e inglés (con Thatcher).

Queda claro -hoy en día casi nadie lo discute- que Chile fue un país laboratorio, donde se probaron políticas económicas neoliberales durante la dictadura de Pinochet que dejaron el país exhausto y que fueron un fracaso social absoluto. Entre algunas de esas medidas que se empezaron a aplicar en 1975 estaban:

“reducir el gasto público en un 20%, despedir al 30% de los empleados públicos, aumentar el IVA (impuesto a la transferencia comercial de bienes muebles y activos M1 y M2), privatizar la mayor parte de las empresas estatales (la mayoría a precios ínfimos) y liquidar los sistemas de ahorro y de préstamos de vivienda. […] los sindicatos estaban prohibidos y que la legislación laboral había sido eliminada. […] En abril de 1974 la inflación había alcanzado un 746,2%. El PGB cayó en un 12%, la tasa de desempleo creció hasta el 16%, y el valor de las exportaciones se redujo en un 40%”

Por supuesto, hay que señalar que a partir de 1977 parece que la economía comenzó a recuperarse de forma tímida para caer de nuevo en 1982 provocada por una recesión mundial iniciada en 1980.

Como vemos, muchas de esas medidas “estrella” nos suenan bastante, ¿verdad? La única diferencia es que no las está aplicando un militar golpista de los ‘70, sino un gobierno democrático en 2012, pero los efectos son los mismos: pérdida de derechos, pérdida de representatividad ciudadana, pérdida de calidad de vida (eliminación del estado del bienestar), mayor diferencias sociales y económicas, y mayor poder para los grandes grupos empresariales, los bancos, etc., que realmente han sido los generadores del problema de base macroeconómica.

Me viene a cabeza la frase que define mejor los momentos que vivimos pronunciada por Warren Buffett, unos de los hombres más ricos del mundo (y más cínicos, por cierto):

«Muy bien, hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica la que la está creando, y estamos ganando». (No es broma, está publicado en el NYtimes).

Para mostrar más ejemplos que señalan la situación actual de algunos países de la UE como un golpe de mercado, se puede hacer mención al artículo de opinión que se publicó el día 5 de enero de 2012 en ABC (de Manuel Lucena) en el que hace una defensa de los gobiernos tecnocráticos, en detrimento de gobiernos elegidos democráticamente, vamos, un velada defensa de las “dictaduras justificadas por los elementos”, algo insólito en el siglo XXI (¿pero esto no lo habíamos superado ya?):

“Por supuesto, si [los gobiernos tecnocráticos] cuentan con el apoyo de las urnas resulta mucho mejor, pero es precisamente la excepcionalidad de la coyuntura, lo crítico del momento, lo que vendría a justificar, como en la antigua Roma con las dictaduras de seis meses, una solución excepcional. Ya será suficiente novedad ver que nos gobierna gente que sabe de lo que habla.”

Qué demonios!, si lo que quieren decir es que los gobiernos compuestos de tecnócratas son los únicos que ofrecen soluciones a los años de derroche político pues que lo digan claramente, como lo hacían los militares golpistas cuando intentaban justificar su afianzamiento en el poder.

Mientras tanto, y ante los oscuros tiempos que se avecinan, no conviene olvidar lo que afirmó Allende pocas horas antes de morir, “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”, no la hacen los mercados.

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