Hubo un tiempo en que flores y fantasmas
me acompañaban en los días de oro.

José Luis Rey

Recuerdo que era joven
cuando sosteníamos la bóveda celeste.
Los pantalones anchos,
ceñidos al tumulto,
nos acercaban los gritos de los bares.

Éramos almas suspendidas en el éter
del domingo.
Con la pintura desconchada del alma
y de las horas.

Las luces recogían el cable del sonido
y los árboles cruzaban sus ramas
al desandar el camino de tu casa.

La lluvia mojaba
en el lugar donde nacen las farolas,
donde los niños cantan
sus ausencias
y siempre es de noche.

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